Poder reconocerse a uno mismo es, en gran parte, poder estar a gusto con la propia corporalidad. El cuerpo es entendido en sus múltiples dimensiones como una construcción social con sustento en lo biológico, que se va formando desde el nacimiento a través del afecto, de las formas de alimentarse, de ser mirado y del encuentro con otros. Constituir la propia individualidad depende de las formas en las que esa existencia vital y emocional se sitúa en una época y en un contexto social, así como también en las experiencias de estar y de vivir con otros.